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EL ESPLENDOR Y LA RUINA

DE LA ESPAÑA IMPERIAL

EL PRINCIPIO Y FIN DE UN GRAN IMPERIO

¿Qué encontrarás?

Esta sala está dedicada a los más importantes poetas de los tiempos del Emperador Carlos I de España y V del Sacro Imperio Romano Germánico.  Hubo varios poetas prestigiosos en este periodo, entre ellos destacan Garcilaso de la Vega, Juan Boscán, Hernando de Acuña y Diego Hurtado de Mendoza; Para conocerlos mejor les hemos dedicado un espacio en nuestro museo. ¡Conócelos!

Garcilaso de la Vega

Juan Boscán

Garcilaso nació en Toledo en 1498, su madre era la hija de Pedro de Guzmán y de Maria Rivera.

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La poesía de Garcilaso se ve dividida por su estancia en Nápoles, pues antes de ir allí, esta no estaba marcada por rasgos petrarquistas. Fue en Nápoles donde descubrió a los autores italianos.

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El lenguaje de Garcilaso es claro y nítidos, este prefería las palabras usuales a los cultismos. Cuidaba especialmente la musicalidad del verso, así como también es muy hábil en la creación de lo fugitivo.

 

Señora mía, si yo de vos ausente
en esta vida turo y no me muero,
paréceme que ofendo a lo que os quiero,
y al bien de que gozaba en ser presente;

tras éste luego siento otro accidente,
que es ver que si de vida desespero,
yo pierdo cuanto bien bien de vos espero;
y ansí ando en lo que siento diferente.

En esta diferencia mis sentidos
están, en vuestra y en porfía,
no sé ya que hacerme en tal tamaño.

 

 

 

 

 

 

 

Boscán nació en Barcelona en 1493 y murió, también en Barcelona, en 1542. Provino de familia noble.  Viajó a Italia, representando al gobierno español. Allí tuvo la oportunidad y suerte de encontrar a Garcilaso de la Vega con quien  entabló una gran amistad que duraría hasta la muerte.


Boscán, que había cultivado con anterioridad y gran ingenio la lírica cortesana tradicional,  introdujo los metros italianos en la poesía castellana. Él y Garcilaso, habiendo estado los dos en Italia, transformaron completamente la poesía castellana, dejando atrás de algún modo la poesía trovadoresca.

Nunca entre sí los veo sino reñidos;
de tal arte pelean noche y día,
que sólo se conciertan en mi daño.

A Dafne ya los brazos le crecían

y en luengos ramos vueltos se mostraban;

en verdes hojas vi que se tornaban

los cabellos que el oro escurecían;

de áspera corteza se cubrían

los tiernos miembros que aun bullendo 'estaban;

los blancos pies en tierra se hincaban

y en torcidas raíces se volvían.

Aquel que fue la causa de tal daño,

a fuerza de llorar, crecer hacía

este árbol, que con lágrimas regaba.

¡Oh miserable estado, oh mal tamaño,

que con llorarla crezca cada día

la causa y la razón por que lloraba!

Dulce soñar y dulce congojarme,
cuando estaba soñando que soñaba;
dulce gozar con lo que me engañaba,
si un poco más durara el engañarme;

dulce no estar en mí, que figurarme
podía cuanto bien yo deseaba;
dulce placer, aunque me importunaba
que alguna vez llegaba a despertarme:

¡oh sueño, cuánto más leve y sabroso
me fueras si vinieras tan pesado
que asentaras en mí con más reposo!

Durmiendo, en fin, fui bienaventurado,
y es justo en la mentira ser dichoso
quien siempre en la verdad fue desdichado.

Soneto LXI

Diego Hernando de Acuña

Diego Hernando de Acuña nació en Valladolid en el año 1518 y falleció en Granada en 1580.

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Es conocido por sus sonetos, sus églogas y elegías, la mayoría de ellas dedicadas al Emperador Carlos I de España. También viajó a Italia y se contagió del estilo italiano.

 

El poeta reflexiona en sus poemas. Acuña concibe el conjunto de su obra poética como la historia de su alma. Por el contenido de ésta se revela la extraordinaria simpatía del poeta , y por la estructura de su historia se descubre su insospechado talento de narrador.

Ya se acerca, Señor, o ya es llegada

la edad gloriosa en que promete el cielo

un grey y un pastor solo en el suelo

por suerte a vuestros tiempos reservada;

 

ya tan alto principio, en tal jornada, 5

os muestra el fin de vuestro santo celo

y anuncia al mundo, para más consuelo,

un Monarca, un Imperio y una Espada;

 

ya el orbe de la tierra siente en parte

y espera con toda vuestra monarquía, 10

conquistada por vos en justa guerra,

 

que, a quien ha dado Cristo su estandarte,

dará el segundo más dichoso día

en que, vencido el mar, venza la tierra.

Diego Hurtado de Mendoza nació en Granada en el año 1503 y falleció en Madrid en el 1575.

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En 1542, el emperador le encomendó la misión de representarle en el concilio de Trento, donde el conflicto de intereses entre el papado y Carlos I lo enfrentó con Paulo III que se oponía a la presencia española en Italia. En 1547 fue nombrado gobernador y capitán general de Siena

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Cuando estalló la revuelta de los moriscos en las  Alpujarras, luchó junto a su sobrino, el marqués de Modéjar para acabar con ella. Este experiencia se cuenta en un libro que él mismo escribió, publicado en 1627

Diego Hurtado de Mendoza

El tierno pecho de cruel herida

por la dura salvaje fiera muerto;

la madre del amor toda afligida,

que con lágrimas baña al joven muerto;

y tú, virgen de Hipómenes vencida,

entre gloriosa duda y miedo cierto

seréis el argumento de esta historia

que presente hará vuestra memoria.

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A ti, Doña Marina de Aragón,

a quien naturaleza estudiosa

de obra sin tener comparación,

hizo, sobrando a sí y a cualquier cosa,

hermosa sobre todas cuantas son,

y es lo menos que tienes ser hermosa,

a ti llamo que alargues tu favor

dando principio y fin a esta labor.

 

La honesta y clara lumbre de tus ojos,

que a todo humano tiene rendido;

la blanca mano llena de despojos

de almas y voluntades que has prendido;

las gracias en ti unidas a manojos,

tu grandeza y valor nunca vencido,

mas vencedor de humanos corazones,

enderecen y guíen mis razones.

 

Y porque con la voz más dulce y pura

y espíritu más alto que el humano,

pueda apartarme de la niebla escura,

despreciando el común vulgo profano,

tú, Señora, me sube en el altura

que no puede llevarme ajena mano,

y guía mis sentidos a ti modo,

pues no lo pueden todos hacer todo.

Este soneto hace referencia a un mito griego. Según el mito: Apolo y Eros discuten sobre quién es el mejor arquero. Esa discusión los lleva hasta ofenderse mutuamente, y Eros, como venganza, decide flechar a Apolo con las flechas del amor hacia Dafne, ninfa del Bosque. Con ella hace otro tanto, pero en vez de hacerlo con flechas de plata lo hace con las de plomo, que provocan en la victima el rechazo y desprecio del ser que la ama

Don Juan Boscán en este soneto opone las dos caras del amor. Por un lado, muestra la cara dulce y sabrosa, además de efímera, pero que solo se encuentra en los sueños; y frente a esta cara se le impone la realidad con su lado amargo. De algún modo en su soneto se muestra el amor como lo describía platón.

Relata el mito de Mirra y el nacimiento azaroso y coriáceo de Adonis, la conmoción que provoca su nacimiento, el enamoramiento de la diosa del Amor (aunque sin alcanzar románticas sensibilidades). Incluye así mismo, y con leal fidelidad a la fuente ovidiana, el mito de Atalanta e Hipómenes en el transcurso de la acción, cuando Venus le previene a Adonis que no cace fieras que acometen, que se contente con dar caza a las que huyen. En glosar el mito de Atalanta e Hipómenes se le va a don Diego la mitad de todo el poema, cuatrocientos versos, confirmando así el grado de proporcionada equidad del título. A diferencia de la versión del Bardo, y, sobre todo, de la de Juan de la Cueva, nada repara Hurtado de Mendoza en el lamento de la diosa, pues muerto Adonis en tres estrofas se despide. Es la versión menos romántica de todas (nótese en ella que el poeta, si soltero y enamorado, era más soldado y político que devoto amante del amor).

Este es su conocido soneto "Ya se acerca, señor, o ya es llegada", que se hizo famoso por uno de sus versos, que resume el ideal político de Carlos I: "Un monarca, un imperio y una espada".

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