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PICAROS Y CABALLEROS EN EL SIGLO DE ORO

¿Qué encontrarás?

Nos encontramos en el siglo XVII, del cual destacaremos las nuevas figuras que surgen en la Literatura Española.

Comienza un nuevo estilo artístico, el barroco, en el que surgen grandes artistas y pintores, y también nacen dos prototipos de personajes: el pícaro y el caballero.

El barroco sería la época de mayor resplendor de la pintura española, aunque no podemos decir lo mismo de la literatura, ya que no experimentó apenas ningún progreso.

Aunque España sufrió una gran crisis que afecto al país en gran medida, la cantidad, calidad y originalidad de las obras pictóricas que nos dejo esta época la sitúan en lo más alto.

Algunos de los principales causantes de llevar el nivel de las artes españolas a lo más alto son Velázquez, Zurbarán, Murillo, José de Ribera, Alonso Cano o Juan de Valdés Leal, entre otros.

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La literatura de la época no se quedó atrás. El Barroco fue la época de nacimiento de dos personajes característicos de nuestra literatura: los pícaros y los caballeros. Dos ideales distintos, completamente enfrentados: un personaje que hará cualquier cosa por sobrevivir, sin ningún tipo de principio moral o ética; en el otro lado, un personaje que se entrega a una causa y la defiende a muerte, por muy perjudicial que pueda ser, y siempre con respeto, honor y valor.

Niños comiendo uvas y un melón 

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Murillo representó a los pícaros en su lugar natural tirados en la calle, aprovechándose de cualquier resto de comida tirados allí (o, incluso peor: restos de comida robados de cualquier amo con el que hayan estado antes). Y es que los pícaros eran personajes que encarnaban un rol de anti-heróe; destacaban por sus fechorías (tales como robar, mentir, ser infiel…), que nos son contadas como hazañas y que, sin embargo, llevan implícito un contexto negativo. Normalmente los pícaros suelen provenir de un lugar real (aldeas o pueblos, especialmente). Otro valor que encarnan es el de la deshonra.

Joven mendigo

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Sin embargo, la novela picaresca por excelencia no es otra que la del Lazarillo de Tormes, la epítome de lo que significa este personaje (el pícaro) que, además, sufre una evolución durante la novela: le vemos confiado ante las bondades de su amo al inicio, sin embargo, tras una serie de desencuentros y circunstancias se vuelve todo un pícaro.


De hecho, durante la novela vemos cómo no tiene aliados, es traicionado por casi todos sus amos, siente vergüenza por el trabajo de su madre, etc. Varias circunstancias que lo llevarán a no confiar en nadie y que llevarán a vivir para subsistir.


 

Lázaro y el ciego

 

Usaba poner cabe sí un jarrillo de vino, cuando comíamos, y yo muy de presto le asía y daba un par de besos callados, y tornábale a su lugar. Mas duróme poco, que en los tragos conocía la falta y, por reservar su vino a salvo, nunca después desamparaba el jarro, antes lo tenía por el asa asido. Mas no había piedra imán que así atrajese a sí como yo con una paja larga de centeno que para aquel menester tenía hecha, la cual, metiéndola en la boca del jarro, chupando el vino, lo dejaba a buenas noches. Mas, como fuese el traidor tan astuto, pienso que me sintió, y dende en adelante mudó propósito y asentaba su jarro entre las piernas y tapábale con la mano, y así bebía seguro.

Yo, que estaba hecho al vino, moría por él, y viendo que aquel remedio de la paja no me aprovechaba ni valía, acordé en el suelo del jarro hacerle una fuentecilla y agujero sutil, y delicadamente, con una delgada tortilla de cera, taparlo. Y al tiempo de comer, fingiendo haber frío, entrábame entre las piernas del triste ciego a calentarme en la pobrecilla lumbre que teníamos, y al calor de ella, luego derretida la cera, por ser muy poca, comenzaba la fuentecilla a destilarme en la boca, la cual yo de tal manera ponía, que maldita la gota que se perdía. Cuando el pobreto iba a beber, no hallaba nada. Espantábase, maldecíase, daba al diablo el jarro y el vino, no sabiendo qué podía ser.

-No diréis, tío, que os lo bebo yo -decía-, pues no le quitáis de la mano.

Tantas vueltas y tientos dio al jarro, que halló la fuente y cayó en la burla; mas así lo disimuló como si no lo hubiera sentido.

Y luego otro día, teniendo yo rezumando mi jarro como solía, no pensando el daño que me estaba aparejado ni que el mal ciego me sentía, sentéme como solía; estando recibiendo aquellos dulces tragos, mi cara puesta hacia el cielo, un poco cerrados los ojos por mejor gustar el sabroso licor, sintió el desesperado ciego que ahora tenía tiempo de tomar de mí venganza, y con todas sus fuerzas alzando con dos manos aquel dulce y amargo jarro, lo dejó caer sobre mi boca ayudándose, como digo, con todo su poder, de manera que el pobre Lázaro, que de nada de esto se guardaba, antes, como otras veces, estaba descuidado y gozoso, verdaderamente me pareció que el cielo, con todo lo que en él hay, me había caído encima.

Fue tal el golpecillo que me desatinó y sacó el sentido, y el jarrazo tan grande, que los pedazos de él se me metieron por la cara, rompiéndomela por muchas partes, y me quebró los dientes, sin los cuales hasta hoy me quedé.

Desde aquella hora quise mal al mal ciego y, aunque me quería y regalaba y me curaba, bien vi que se había holgado del cruel castigo. Lavóme con vino las roturas que con los pedazos del jarro me había hecho, y, sonriéndose decía:

-¿Qué te parece, Lázaro? Lo que te enfermó te sana y da salud.

Aunque no todo trataba sobre este personaje, también nos encontramos a su contrario, el caballero: estos luchaban a muerte por unos ideales muy marcados. Estos ideales eran totalmente contrario a los de los pícaros, ya que en los caballeros resaltaba el amor, la bondad, el cariño, la compasión y es por eso que estos personajes suelen ser estar muy unidos a las personas y ser seres cercanos

EL sueño del mendigo (1655) 

 

—Señor, quiero demandaros un don que no os será grave de lo dar.

—Yo lo otorgo —dijo el rey.

—Pues, señor, mandad a Oriana que antes que sea hora de comer pruebe el arco encantado de los leales amadores y la cámara defendida que hasta aquí con su gran tristeza nunca con ella acabar se pudo por mucho que ha sido por nosotros suplicada y rogada, que yo fío tanto en su lealtad y en su gran beldad que allí donde ha más de cien años que nunca mujer, por extremada que de las otras fuese, pudo entrar, entrará ella sin ningún detenimiento, porque yo vi a Grimanesa en tanta perfección como si viva fuese donde está hecha por gran arte con su marido Apolidón, su gran hermosura no iguala con la de Oriana, y en aquella cámara tan defendida a todas se hará la fiesta de nuestras bodas.

El rey le dijo:

—Buen hijo señor, liviano es a mi cumplir lo que pedís, mas he recelo que con ella pongamos alguna turbación en esta fiesta, porque muchas veces acontece y todas las más la grande afición de la voluntad engañar los ojos que juzgan lo contrario de lo que es, y así podría acaecer a vos con mi hija Oriana.

—No tengáis cuidado de eso —dijo Amadís—, que mi corazón me dice que así como lo digo se cumplirá.

—Pues así os place, así sea —dijo el rey.

Amadís de Gaula

 

La novela Amadís de Gaula cumple con casi todos los puntos que caracterizan a estas novelas: la historia se sitúa en un lugar ficticio, el caballero está entregado a su amada y está al servicio de Dios, realiza hazañas que consisten en rescatar a la princesa, utilizando siempre el ideal de caballero para llevarlas a cabo y estableciendo relación con pobres y necesitados

Por: Antonio de Perera y Salgrado

El Quijote

El pícaro nace de un valor muy español: la desconfianza, la denuncia de un sistema poco igualitario (desigualdades económicas y sociales). Por eso, en cierto modo, no le es importante ser honrado o no: se siente impotente ante las autoridades, y prefiere burlarlas. Esto se refleja perfectamente en un fragmento de ‘La vida del pícaro de Guzmán de Alfarache’, uno de los ejemplos de novela picaresca de la época:

"¿Quién ha de creer haya en el mundo juez tan malo... que rompa la ley...? Bien que por allí dicen algunos... [que] en comenzándose a corromper, quedan para siempre dañados con el mal uso y así recibir como si fuesen gajes, de manera que no guardan justicia; disimulan con los ladrones, porque les contribuyen con las primicias de lo que roban; tienen ganado el favor y perdido el temor, tanto el mercader como el regatón, y con aquello cada uno tiene su ángel de guarda comprado por su dinero...

En esta sala no podíamos olvidarnos, del personaje más especial de esta época, el Quijote. El Quijote era todo un caballero de los pies a la cabeza, a pesar de que todas sus hazañas acabaran de manera catastrófica, pero, aún así, cumple con todos los requisitos necesarios para ser considerado un caballero.

Su objetivo principal era conseguir el amor de su amada, Dulcinea, en varias ocasiones presta su ayuda a los más favorecidos, siempre acompañado de su aliado Sanchopanza. Sin embargo, se acaba volviendo loco tras leer libros y libros de caballería, y acaba mezclando la realidad y la ficción. Y es por todos estos hechos por los que el Quijote es considerado el caballero ideal, a manos de Miguel de Cervantes.

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